martes, 24 de marzo de 2020

Este presente


que aterra ante la incertidumbre del tiempo de dolor que se ha instalado en nuestras vidas es más cruel porque casi ninguno tenemos registros de memorias personales por lo menos en estos reinos briboneros de a cuatro de luces y sombras y de una guerra y sus consecuencias de la que quedan, por edad, pocos supervivientes.

Se suceden las cifras, las medidas y las que, no hay duda,  llegarán. Mientras, las muestras de afecto y solidaridad afortunadamente crecen frente a las cretineces de indeseables cuyo galón es la maldad en estado puro. 

No permitamos que se apodere de nosotros la desesperanza, la indiferencia, el individualismo o el odio. La estrategia consiste en obedecer incluso en el desacuerdo y ayudar cada uno, desde el lugar en el que nos ha tocado, a que no enfermen también las mentes.

En cuanto a este rincón del Mediterráneo, un apunte desde este modesto chiscón a lo ya transmitido a responsables municipales. Hay trabajadores del servicio de limpieza que no cuentan con mascarillas, y alguna que otra rehabilitación prosigue sin que sea posible que se guarden las medidas de distanciamiento. 

Un poema de Cesare Pavese

"El solitario escucha la voz calma
con la vista entornada, como si una respiración
alentara en su rostro, una respiración amiga
que remonta, increíble, del tiempo lejano.
El hombre solo escucha la voz antigua
que sus padres oyeron en otros tiempos, clara,
cosechada; una voz que como el verde
de los pantanos y colinas oscurece la tarde.
El hombre solo conoce una voz de sombra,
acariciante, que brota en los tonos tranquilos
de un oculto venero: la bebe atento,
a ojos cerrados, como si no estuviera a su lado.
Es la voz que un día detuvo al padre
de su padre y a todos los de su sangre muerta.
Una voz de mujer que suena secreta
en el umbral de la casa al caer la oscuridad."

Un recuerdo de Lucía Bosé



y



                                                -Pepa Terrón-