sábado, 14 de marzo de 2020

Amanece


en esta España asustada y con el pavor metido en el alma. La cotidianidad de nuestras vidas confortables en su gran mayoría, hacía impensable que, por mor de un maldito virus, todo se trastocara. De repente, debemos aprender a estar solos, a relacionarnos lo menos posible o a no tocarnos en el abrazo no siempre sincero o en el beso en ocasiones protocolario.

Cierto es que sin la pandemia amenazadora, a nuestro lado, hay gentes en la calle,
acostumbradas al menosprecio o a la indiferencia y a quienes su día a día les será todavía más difícil si cabe. A la vez, hay que tener cuidado con los desaprensivos que utilizarán cualquier recurso para encarecer productos o los que acaparan alimentos en un río de estupidez imposible de superar y protegernos contra los cretinos que inventan noticias.

Tiempos difíciles para ese mundo globalizado al que criticábamos continuamente sin tener plena consciencia de lo afortunados que éramos.

No es necesario que nos alienten con ese "saldremos". La Historia con su larga carga de infortunios, enfermedades, guerras, atentados y desastres ecológicos lo demuestra aunque, desafortunadamente, nunca hemos aprendido la lección.

Aquí, en estos reinos briboneros de a cuatro ya habrá tiempo de recordar que nuestra sanidad pública recortó sin piedad porque fue entregada a los amigos privatizadores o el dinero inyectado a esa banca de manera brutal.

Lo verdaderamente urgente es que aflore el sentido común, la solidaridad, el reconocimiento y el espíritu cívico.

                                                 -Pepa Terrón-